Cuando pruebes un café de especialidad vas a notar que no todo sabe a “café amargo”, y no vas a necesitar agregarle azúcar y/o leche a tu taza para hacerlo agradable al paladar. En cambio, vas a descubrir una paleta de sabores y aromas mucho más amplia:

  • Notas frutales, florales, achocolatadas o especiadas.
  • Acidez balanceada y agradable, similar a la de una fruta.
  • Cuerpos más limpios y sedosos, sin ese regusto quemado que deja el torrado.

Cada origen y proceso ofrece una experiencia única, y cada método de extracción suele resaltar una característica particular del producto. Es como pasar de un vino de mesa a un vino de bodega: ambos son “vino”, pero la diferencia en calidad y disfrute es enorme.